La gestión de las emociones se puede mejorar a través de recursos para saber identificar y regular lo que sentimos
Un tema apasionante es la inteligencia emocional. Antes de adentrarme en detalles, voy a recurrir al pensamiento de Blas Pascal, un destacado matemático, físico, filósofo y teólogo. Pascal aportó mucho a la ciencia y una de sus frases me parece reveladora y la quiero compartir con usted: “El corazón tiene razones que la razón no entiende”.
Es una frase que me parece fantástica porque es el anticipo de lo que hoy entendemos como inteligencia emocional.
Habitualmente, el concepto de inteligencia se asocia a la resolución de problemas abstractos o matemáticos y la emoción a los sentimientos, entonces, muchas personas son cosas muy distintas, casi antagónicas, pero los dos términos construyen nuestro bienestar. La inteligencia emocional por definición implica tres aspectos que quiero compartir con usted.
Puede parecer provocativo, ya que es evidente que somos seres racionales, pero también es evidente que no somos seres racionales a secas o sólo eso, somos seres emocionales que razonan.
Los tres aspectos de la inteligencia emocional
En primer lugar, percibir lo que siento. En segundo, comprender lo que siento. En tercero, regular lo que siento. Este tercer punto implica percibir, ponerle etiqueta, asignarle un nombre, otorgarle palabra a aquello que estoy sintiendo.
¿Por qué me encuentro de esta manera? Y si está sintiendo enojo, póngale palabra: “Lo que siento es enojo”.
“Estoy sintiendo tristeza, melancolía, póngale palabra, tristeza o melancolía”. Es importante etiquetar lo que siente, porque si no, no lo identifica. Una frase más que vale la pena compartir: “Cuando lo pones con palabras lo haces tuyo”. Porque si no identificamos lo que sentimos, seríamos analfabetos emocionales.
Comprender por qué me siento de determinada manera, entender por qué estoy triste, saber qué contexto provoca que esté triste o melancólico, o identificar qué contexto provoca que esté contento o alegre. Esto es fundamental para conocerme y gestionar esa realidad.
Y en tercer lugar, otro recurso muy importante es regular las emociones. Ya percibí lo que tengo, ya sé por qué lo tengo, pero ahora cómo lo manejo.
No en el sentido de controlar o reprimir, sino para gestionar, para tramitar, para administrar mis emociones de modo adecuado, para mis intereses emocionales. Estas son las tres herramientas que debo desarrollar para tener inteligencia emocional y vivir mejor.
Este concepto surgió en 1983 con el psicólogo Howard Gardner, quien consideraba que los test de coeficiente intelectual eran insuficientes para lograr una apreciación de la inteligencia humana en toda su dimensión.
Desde esa época, ha generado un amplio debate y ha inspirado numerosos estudios destinados a entender mejor cómo las emociones influyen en la toma de decisiones, las relaciones y el comportamiento humano en general.
Transcurrimos en la vida siempre entre emociones y sentimientos porque los seres humanos somos además de razón, emociones.
Las emociones y los sentimientos no sólo juegan un papel relevante en nuestras acciones y decisiones, sino que también son fundamentales para alcanzar el bienestar y la felicidad.